Desde hace un tiempo venimos publicando, a través de sus diferentes capítulos, el libro Teoría Unificada de la Arquitectura de Nikos Salingaros, para que pueda ser consultado libremente por estudiantes y arquitectos de todo el mundo. Si te los perdiste, puedes leer antes la introducción, el capítulo 1, los capítulos 2A y 2B, el capítulo 3, el capítulo 4, el capítulo 5 y el capítulo 6.
* Traducido del inglés por Arq. Francisco Contreras Chávez.
En su calidad de arquitectos del mañana, los estudiantes de arquitectura actuales deben entender el rol y responsabilidad de su profesión como algo intrínsecamente ligado a la existencia humana y la experiencia de la vida. Un nuevo sistema educacional sugerido proporcionaría una forma directa de diseñar ambientes adaptativos, en respuesta a las necesidades crecientes del mercado (la demanda del cliente). A pesar de esto, la mayoría de las instituciones arquitectónicas continúan propagando un modelo curricular que ha mantenido un método basado en la imagen y su peculiar ideología por décadas.
Podemos localizar el inicio de esta visión en los movimientos arquitectónicos anti-tradición de principios del siglo XX. Una reforma es imposible sin referirse a las raíces ideológicas del sistema, hace tiempo ya olvidadas.
Las fuerzas evolucionarias obligan al ser humano a establecer una relación entre el cuerpo físico y las percepciones de la mente, la cual nos permite experimentar el mundo y nuestra existencia.
Estas relaciones nos dan nuestro sentido de bienestar, de pertenencia, y un profundo sentido de quienes somos.
La evolución desarrolló una estructura neurológica en los seres humanos, por la cual pueden sopesar las condiciones inmediatas de sus vidas. A través de los campos de información cercanos- la información física y visual añadida en la estructura natural del mundo- los humanos evolucionaron exitosamente para construir artefactos para vivir. Estas creaciones van desde la joyería, mobiliario, edificios y en última instancia ciudades.
A medida que la mente humana continuó desarrollándose a través del impulso de la emoción, llegó un punto donde los humanos ya fueron capaces de elaborar ideas y pensamientos abstractos, fuera de la realidad física a la que se enfrentaban diariamente. Este cisma entre la naturaleza de la percepción del sujeto/objeto, permite la fabricación de una realidad alterna. Esta capacidad mental ha sido la protagonista del pensamiento y cuestionamiento humano por milenios – llevando a los más grandes logros de la mente humana- y en otras ocasiones ha llevado a la humanidad a las atrocidades más grandes que se puedan imaginar. Durante el siglo pasado, la arquitectura – vista como la conformación de un mundo fuera de nuestros cuerpos- ha sido mantenida por la doctrina contemporánea como una creación intelectual de una mente puramente subjetiva.
Los campos informativos que nos rodean son hoy más importantes que nunca, dada la dependencia de los estudiantes al aprendizaje basado en la imagen. El suplantar la información natural por la abstracción intelectual efectivamente elimina el contenido informativo esencial que el ser humano necesita para conectar con el mundo, reemplazándolo por muros blancos.
A través del siglo XX, una de las estructuras situacionales más importantes que permitió a los arquitectos substituir lo que es real por imágenes, fue su habilidad para utilizar la palabra escrita para subsidiar sus estructuras carentes de información. De este modo comenzó una larga historia de textos políticos y polémicos que han operado como el reemplazo filosófico al conocimiento añadido, el cual fue, de aquí en adelante, eliminado del mundo construido.
El “regionalismo crítico” y la rendición intelectual
La teoría crítica tuvo un efecto muy nocivo en la arquitectura con la difusión de la doctrina conocida como el “regionalismo crítico”. Los partidarios de esta ideología, la cual se contradice a sí misma, proponen que la tradición vernácula y la cultura están muertas, y por lo tanto, la arquitectura regional debe adaptarse a la uniformización modernista. Proclaman que los patrones y prácticas de los cuales se deriva la identidad de una región son solamente “nostalgia”, y en vez de ello recomiendan las estéticas abstractas del modernismo internacional. Cualquier expresión arquitectónica que no esté dentro de las posibilidades de la restringida estética modernista es rechazada.
La abierta intención de estos escritores es la de crear formas que no pertenezcan al lenguaje de formas vernáculo. Lo que resulta de esta aproximación esquizofrénica no es de ninguna manera arquitectura regional, sino un grupo de objetos autorreferentes separados de su raíz cultural, creados y manipulados sin ninguna consideración de su contexto regional. (Ocasionalmente se puede ver intentos de adaptación al clima específico del lugar, pero nada más que eso).
Los profesores, de esta manera, utilizan argumentos puramente ideológicos para validar entre los alumnos un grupo muy estrecho de estilos de diseño. Esto es tan equivocado como carente de fundamentos. Solo es un medio para sostener una ideología de culto que ha dominado la educación arquitectónica hace ya varias décadas. El hecho es que la buena arquitectura y urbanismo no tienen nada que ver con las creencias políticas. Lo peor de todo es que los profesores aplican técnicas aprendidas de ideólogos políticos para forzar a los alumnos y a otros académicos a la rendición intelectual. Tales formas de censura son típicas de un sistema que se considera por sobre los demás. Se da a sí mismo la autoridad para redefinir la visión de mundo de cada miembro del grupo. Cada vez que la evidencia es ignorada y substituida por lo irracional, esto crea dogma. Esta errónea manera de enseñar se ha establecido sólidamente en el sistema actual.
La filosofía informa a la arquitectura
La típica justificación dada para el estudio de la filosofía es que la arquitectura y el urbanismo están íntimamente ligados a los fenómenos sociales, así que la filosofía prepara a los alumnos a enfrentar problemas arquitectónicos. Esta explicación, sin embargo, es un subterfugio que opera como un medio para evitar enseñar arquitectura directamente a los alumnos. El método de enseñanza modernista, donde todo conocimiento derivado útil es desechado basándose en el método tabula rasa, no puede admitir directamente que el conocimiento arquitectónico y urbano alguna vez existió. Si lo hiciera, entonces alguien tendría que explicar cómo más de 2000 años de conocimiento se perdió, descartó o ignoró durante el reinado de 70 años de los modernistas. Por medio de guiar a los estudiantes hacia determinados autores filosóficos, se esconde convenientemente la deliberada evasión de cualquier teoría de la arquitectura, ya sean históricamente relevantes o derivadas recientemente.
Por lo tanto, mucho de lo que actualmente se considera como “teoría de la arquitectura” es poco más que doctrina. Condiciona a los alumnos a tener una fe absoluta en un cuerpo de conocimientos establecidos en la ausencia de criterios del mundo real. Estas creencias configuran la visión de mundo del estudiante a dinámicas de afiliación grupal: un filtro cognitivo que ajusta la información para que se adapte a una visión determinada, y rechaza la información que no lo hace.
La educación arquitectónica a futuro debe separar claramente arquitectura de política, así como arquitectura de filosofía autorreferente. Solo los profesores pueden entrenar a los estudiantes para hacerlo. Tanto los profesores como los alumnos pueden lograr esta claridad de pensamiento solo luego de entender las bases teóricas genuinas de la arquitectura, expresadas en términos estrictamente arquitectónicos. Las escuelas tienen una responsabilidad de enseñar una base para el diseño genuinamente arquitectónica.
Los estudiantes de arquitectura debiesen, finalmente, estudiar filosofía, pero aquello solo será productivo una vez que se formen una base de conocimiento sobre lo que realmente está ocurriendo en la arquitectura. Y la filosofía que estudien debe ser positiva y humanista. Muchos filósofos a través de la historia han enfatizado la necesidad de los seres humanos de conectar con el universo, pero los arquitectos rara vez estudian a esos autores.
Lo que proponemos como Diseño Basado en Inteligencia tiene raíces filosóficas profundas. La arquitectura y el urbanismo humanamente adaptable nacen de un respeto por el significado profundo del ser humano en un universo infinito. Existe un amplio cuerpo de trabajo filosófico que conecta a la humanidad tanto con la naturaleza como con lo sublime. En su tratado de cuatro volúmenes La Naturaleza del Orden (2001-2005), Christopher Alexander establece una fundación filosófica genuina para una arquitectura adaptable.
Una base humanista
Filósofos cuyos escritos son esenciales para la sustentabilidad de la humanidad, tratan de entender las acciones humanas fuera de un marco estrictamente científico, algo que de otra manera sería muy complejo. Ellos nos ayudan a definir lo bueno de lo mano en las actividades humanas. Esta visión histórica de moralidad se repite en los tratados de filosofía del mundo entero. Así también, muchos filósofos contemporáneos celebran la vida y lo sagrado de la humanidad.
Los textos religiosos tradicionales están construidos sobre historias morales que ayudan a la humanidad a ver a través de las limitaciones de ser simplemente animales o sujetos subjetivos. Pero nada de esto es incorporado en la enseñanza de la arquitectura en la actualidad – la cual aún recurre al mismo acotado grupo de filósofos occidentales de siempre, apoyándose en sus ideas para justificar a la arquitectura “simplemente por la arquitectura”. A juzgar por lo inhumanas de sus formas, la ideología que los guía es simplemente nihilista, aun cuando sirve a los capitales globales.
La separación entre el nihilismo y el humanismo es total y definitiva. Debemos elegir muy cuidadosamente qué filósofos y qué textos se deben presentar a los alumnos para su lectura. Una escuela no puede anular su responsabilidad y enseñar arquitectura como un grupo de creencias que solo sirven a sí mismas.